lunes, 18 de marzo de 2019

Permitirse cambiar

"¡Así soy yo!"

Sentenciaba al final de cada discusión en la que sentía que no podía más. 

Aquello que consideraba mi "YO" más interno, siempre terminaba por encapricharse con que el resto de las personas cediera a una falsa aceptación de mi ausencia de carácter. Berrinches, sentencias e impulsos emocionales, eso era lo que consideraba "la esencia" de mi ser y lo gritaba a los cuatro vientos sin más. Me mostraba orgullosa y petulante ante la imperiosa necesidad de aferrarme al lado más soberbio de mi personalidad con tal de no aceptar mis errores.

Gustaba de ser tajante en mis juicios, de no entender las razones de los demás y simplemente criticar desde el lado cómodo de mi vida. Dejé de considerar alternativas, haciéndome estricta con mis parámetros y nada fuera de ello podía caber en mi entendimiento o aceptación. 

Así fue un par de años hasta que me tocó crecer, hasta que pude entender que hablar de más, jamás vendría sin una buena lección que me hiciera tragar mis palabras, hasta que entendí, en efecto, que los escupitajos al cielo tarde o temprano regresan al remitente. 

Parte de la vida y el crecimiento, trata de entender, que no existen los negros ni los blancos, sino las escalas de grises. Saber que no tenemos la capacidad de determinar qué es realmente bueno o malo, en tanto que somos erráticos y un tanto incongruentes en diferentes aspectos de nuestro comportamiento.

De este modo, situarse en cualquier extremo de la línea puede ser contraproducente. Nada nos asegura que no necesitaremos ir en contra de lo que toda la vida hemos creído, ante la crítica y las sentencias de personas que todavía no han salido de su comodidad.

Entender que no somos lo que pensamos. Que lo que pensamos casi siempre es resultado de eventos esporádicos, y algunos de ellos, desafortunados. Entender que tenemos el permiso de cambiar, de transformarnos y evolucionar hacia mejores versiones de nosotros.

Saber que lo único que le debemos al pasado es el compromiso del aprendizaje y la reestructuración de nuestro existir.

Limpiarse del resto; de los actos, de los pensamientos, de las personas y los tiempos, aún cuando nadie se encuentre de acuerdo, aún cuando existan quienes exijan versiones pasadas de nosotros para no sentirse presos de un pasado ya inexistente.

Tenemos el derecho y la posibilidad al cambio, tenemos el deber de no fallarle a la evolución.

Debemos hacerlo.